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lunes, 21 de febrero de 2011

Las ciudades son un problema mental

El mundo se urbaniza a una velocidad nunca vista a lo largo de su historia. La población que habita en ciudades comparado con la de áreas rurales, aumenta. En el 2006 tuvo lugar el hito histórico de la tendencia; desde entonces el 50% de la población mundial vive en ciudades, y el fenómeno crece a un promedio del 1,5% anual[1]. Para reencontrar un fenómeno semejante en Occidente, probablemente debamos retroceder hasta la revolución urbana de los siglos IX y X, que terminó dando origen a la ciudad medieval. Inmediatamente surge entonces la pregunta sobre el “por qué” de este fenómeno, ahora, en un mundo tan distante de aquél albor europeo.
El hombre es indudablemente una especie propensa a vivir en grupos[2]. Sin embargo, la historia no se ha puesto de acuerdo sobre las verdaderas razones de la urbanización, vale decir, de la vida grupal con fijación geográfica. Los arqueólogos creían que las ciudades fueron consecuencia de la adopción de la agricultura, hecho que habría forzado a las tribus nómades a radicarse en sitios donde pudieran cuidar sus animales recientemente domesticados y sus sembradíos. Sin embargo, algunos descubrimientos recientes indicarían que la primera motivación para el surgimiento de ciudades no fue un cambio en la forma de producción, sino una auténtica revolución cultural, de la cual luego devino todo lo demás[3].
El paradigma cambió a partir de los descubrimientos de Çatalhöyük, una ciudad de 10.000 habitantes fechada 5.000 años antes que las pirámides de Egipto y 4.000 antes que Uruk. Esta y alguna otra gran ciudad existieron a pesar de un mínimo desarrollo de la actividad agrícola. Sus poblaciones continuaron siendo predominantemente recolectores y cazadores, aunque desplegaron una actividad religiosa y artística desproporcionada a su magra sofisticación económica. La “revolución del neolítico” que originó estas primeras ciudades, no fue un cambio en los métodos de producción, sino una “transformación mental”, una reversión en el modo de ver el medio circundante. De hecho sorprende a los arqueólogos la maravilla de las obras de arte de estas primeras ciudades, conviviendo con muy rudimentarias formas de supervivencia.
Al parecer el elemento fundamental en este cambio de cosmovisión fue una revolución en la relación con los propios muertos de la comunidad, y el desarrollo de complejos modos de sepultura incompatibles con la vida nómade. Incluso se han visto calaveras humanas cercanas a la sala familiar y recubiertas con arcilla para simular la persistencia de los tejidos faciales ya desaparecidos. Este nexo no hace sino recordar los profundos vínculos entre la concepción del hombre y de la vida, y su modo de organización política, que no otra cosa es la ciudad diferenciada de la tribu y la horda. Como afirma en una tesis fascinante Peter Sloterdijk: “…el buscador de organización estatal y de Dios son hermanos evolucionarios. Junto al todo geográfico y demográfico (del Estado), también el todo cosmológico y metafísico promueven sus derechos”[4]. Luego una nueva religión sacó a los humanos de las comodidades de la recolección y cacería, y los trajo a las complicaciones de la convivencia estable en los ámbitos ciudadanos.
No es descabellado pensar entonces que más allá de la expansión demográfica y otras variables económicas, el crecimiento inaudito de nuestras ciudades en la actualidad se deba en realidad a una revolución cultural de profundidad similar a la que dio origen a las primeras comunidades urbanas. Y en este sentido parecería pronunciarse Saskia Sassen, cuando afirma que las nuevas ciudades constituyen un insumo imprescindible para el acomodamiento de la economía y el orden político internacional, porque proponen el modo de vida propicio a este formato globalizado[5]. Luego vivimos diferente, porque pensamos diferente. Encontrar las raíces de esta transformación es tarea para otro momento, pero indudablemente un cambio extraordinario a nivel de las expectativas humanas ha sido responsable de estos nuevos proyectos de poder materializados en edificios y pautas conductuales como son las grandes ciudades de la actualidad. Y los alcances de dicha revolución aún restan por verse.
Se ha dicho recientemente que el mundo del siglo XXI no será uno dominado por Estados Unidos, China, u otra potencia cualquiera, sino que será un mundo dominado por ciudades[6]. La principal razón de estas predicciones es que, en un momento en que el Estado Nación flaquea como eje de representación y gobernabilidad, las ciudades asumen el rol protagónico en la gobernancia social. Es a nivel de las ciudades que se pueden crear los lazos entre ciudadanos, marcos normativos, y condiciones sociales tales que los diferentes sectores abandonen el conflicto para entrar en un clima de cooperación favorable al desarrollo equitativo. Si el arco de solidaridades propio de la vida comunitaria[7] era antes tendido en el referenciamiento a la Nación, quizás estemos entrando en la era donde ello ocurra en el seno de la ciudad. Como ejemplo, existen 100 ciudades en el mundo que acaparan 30% de la economía global y prácticamente toda la innovación[8]. Ellas son más poderosas que muchos, y algunas de ellas que la mayoría, de los Estados Nacionales. Luego su significado para la vida concreta del hombre real, supera con mucho los intentos del elemento nacional por hacerse presente a la vida del individuo.
Pero entonces el enfoque cambia. Podría ocurrir que el arco de solidaridades siga siendo tan imprescindible para la vida comunitaria como en tiempos de las Naciones, pero que las circunstancias hagan que sólo sea posible desarrollarlo en el nuevo marco ciudadano. Y esto, a riesgo de que sea completamente imposible su realización, con las impredecibles consecuencias para la vida comunitaria que esto conllevaría.
En conclusión, la urbanización es un hecho que cambia la forma de vida en el mundo, se originaría en una transformación mental tan difícil de rastrear como innegable, y que impone un desafío a los principios mismos de la vida comunitaria y a las razones profundas para vivir juntos.  En un relato con pretensiones de antigüedad, contaría Marco Polo al Cublai Khan que encontrándose en la ciudad de Tecla, la cual estaba en eterna construcción, preguntó a los trabajadores porqué su edificación continuaba por tanto tiempo. Y los albañiles le respondieron: “-Para que no comience su destrucción”. Inmediatamente Marco Polo pidió a los siempre ocupados constructores de Tecla, el plano de la ciudad sobre el cual guiaban su incesante tarea. Los trabajadores le respondieron al explorador que solo más tarde se lo mostrarían. Cayó la tarde y con la puesta del sol aparecieron las primeras estrellas; entonces los albañiles se acercaron al viajero veneciano e indicándole al cielo le dijeron: “-Ahí tienes el proyecto…”[9]. La metáfora es válida; la vida nos ha arrojado a costas austeras, desde las cuales se ha vuelto difícil contemplar el cielo. Por el contrario las consecuencias de su proyecto se han vuelto monumentalmente evidentes en nuestras ciudades; con su maravilla, miserias, y contradicciones. Quizás debamos recordar que siempre que veamos una calle, en su trazado se nos revelan los secretos del cosmos y sus viajeros.


[1] United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2006). World Urbanization Prospects: The 2005 Revision. Working Paper No. ESA/P/WP/200.
[2] Urbanisation. The brown revolution -The world is in the middle of a surge of urbanisation, with more than a dozen new “megacities” having arrived in the past two decades-. The Economist, May 9th 2002
[3] Michael Balter. NEWS. THE FIRST CITIES: Why Settle Down? The Mystery of Communities. Science, 20 November 1998: Vol. 282. no. 5393, p. 1442  DOI: 10.1126/science.282.5393.1442
[4] Peter Sloterdijk. Im selben Boot. Frankfurt 1993, Suhrkamp. Cap. 2, p.28
[5] Saskia Sassen. L'Emergence D'une Nouvelle Géographie Transnationale. Le Monde Hors Serie (2010)
[6] Parag Khanna. Beyond City Limits -The age of nations is over. The new urban age has begun-. Foreign Policy, Sept-Oct 2010
[7] La organización nacional y la construcción del Estado. En: Oscar Oszlak. La formación del Estado Argentino. Buenos Aires 2009, Emecé, cap. 2, p. 61
[8] Parag Khanna. Beyond City Limits -The age of nations is over. The new urban age has begun-. Foreign Policy, Sept-Oct 2010
[9] Italo Calvino. Le cittá invisibili. Milan 2003, Mondadori, I, 3, p.: 18

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